Un bebé que recibe una adecuada cantidad de estimulación sensorial y social desde su nacimiento disfrutará de un mejor desarrollo físico y mental. Las estadísticas históricas demuestran que los bebés que pasan muchas horas en su cuna (como en los orfanatos, por ejemplo) solos, niños descuidados, sin estimulación externa, tendrán una larga lista de problemas de los que muchos nunca podrán recuperarse: pobre control de impulsos, aislamiento social, problemas controlando y regulando sus emociones, bajo autoestima, comportamientos patológicos como tics nerviosos, perretas, robar, o automutilación. También podrán sufrir de un bajo funcionamiento intelectual y pobre rendimiento académico. Estos son solo algunos de los problemas que el psicólogo David A. Wolfe, de la Universidad de Toronto, detalló en su estudio del 2002 que publicó en la revista Child Abuse & Neglect.
En el año 2000 tres científicos en Rumania iniciaron un estudio de 136 niños entre 6 meses y 3 años, institucionalizados en ese país. El estudio, llamado el Bucharest Project, dividió a los niños en dos grupos y los siguió durante varios años. Un grupo se mantuvo en los cuidados del orfanato y el otro grupo fue asignado a familias adoptivas a las cuales los científicos le pagaron para proveer las necesidades básicas de los niños. Hubo un tercer grupo de control con niños que nunca fueron institucionalizados. Las conclusiones del estudio fueron contundentes.
Los niños que permanecieron bajo el cuidado del estado sufrieron problemas severos de retrasos de su función cognitiva, de su desarrollo motriz y lenguaje. Mostraron déficits en su comportamiento socio-emocional y sufrieron más enfermedades psiquiátricas. También mostraron cambios en los patrones de actividad eléctrica en sus cerebros. Estos niños, cuando fueron evaluados a los 8 años, tenían cerebros más pequeños y con menos masa cerebral que los niños que fueron adoptados.
Los niños que fueron enviados a familias adoptivas demostraron un cuadro más optimista. Lograron crear relaciones emocionales seguras con sus familias adoptivas, sus coeficientes intelectuales eran más altos y tuvieron un desarrollo lingüístico superior. A pesar de estos resultados positivos, estos niños adoptados siguieron sufriendo retrasos comparados con los niños del grupo de control que nunca habían estado institucionalizados (niños que se criaron en el seno de sus familias biológicas). La edad en la cual fueron sacados de los orfanatos fue un factor importante en los resultados. Los que fueron adoptados antes de los 2 años tuvieron mejor resultado que sus compañeros mayores. “Mientras más pequeños se saquen de las instituciones del estado mejor chance tienen de un desarrollo normal”, dijo el Dr. Fox, uno de los tres científicos del estudio.
“La conclusión del estudio”, dice el Dr. Fox, “es que los niños necesitan estimulación sensorial y social temprana.”
¿Qué podemos hacer los padres para estimular el desarrollo cerebral de nuestros bebés?
Para empezar, desde el día que nacen (inclusive cuando ya están en el vientre), se les debe hablar mucho. Si hay múltiples idiomas hablados en casa, cada padre le habla al bebé en su idioma materno. La lectura es imprescindible desde que nace el bebé. Proveerle al bebé experiencias sensoriales apropiadas para su edad es importante para no sobre estimularlo.
- 0-3 meses: cantar, hablar, leer, mecerlo, bañarlo, masajes, ponerle música, colgar juguetes con colores vivos encima del bebé y ponerle un sonajero en la mano para que lo explore y sienta que sus movimientos son los que causan el sonido emitido.
- 3-6 meses: poner al bebé sobre su barriga para que practique subiendo la cabeza y que fortalezca sus brazos, seguir con la lectura pero con libros que pueda tocar y con colores vivos que le llaman la atención, ofrecerle diferentes texturas de telas y otros objetos, ponerle música y seguir dándole juguetes que hagan ruidos cuando los manipula.
- 6-9 meses: hacerle burbujas para que las trate de atrapar, jugar en el piso en diferentes posiciones, usar juguetes que demuestren causa y efecto, jugar al escondite donde “escondes” al bebé detrás de una tela, por ejemplo, para luego reaparecer.
- 9-12 meses: continua juegos en el baño, que juegue (gateando/caminando) en la arena, hierba, y otras superficies con diferentes texturas, juegos en columpios o toboganes con otros niños, probando diferentes comidas, pintar con los dedos, jugar con masilla, jugar con mascotas.
Debes estar atenta a no sobre estimular al bebé. Él te demostrará cuando no está interesado en algún juego en particular cuando gira su mirada hacia otra dirección. Esa es su manera de proteger a su cerebro. Cuando esté listo para continuar el juego te volverá a mirar. Nunca obligues al bebé a jugar algo con lo que no se siente a gusto. Poco a poco aprenderás a leer las señales que te da tu bebé y desarrollarán infinitos momentos de complicidad, juegos, mimos y risas que son los ingredientes esenciales para que un bebé crezca sano y feliz.