Tu útero crece más de 500 veces su tamaño normal durante el embarazo. Lo que vemos todos desde afuera es el vientre grande y hermoso que exhibes con orgullo. ¿Pero cuales son los cambios que no vemos desde afuera y que tu quizás ni sientas por dentro? Los cambios más notables en tu cuerpo ocurren en el cerebro.
Antes de dar a luz, en el tercer trimestre del embarazo, la futura mamá comienza a desarrollar una hipersensibilidad e hipervigilancia a amenazas potenciales y a caras enojadas. Esta sensibilización al peligro que el hermanito mayor pueda dejar caer el bebé o a que el llanto del bebé indique algo más grave que hambre dura casi un año después de dar a luz. Es la evolución ayudándonos a proteger nuestros retoños para que tengan una vida larga y sana.
Cuando das a luz y ves a tu bebé por primera vez es literalmente amor a primera vista. Tu cuerpo inmediatamente libera las hormonas dopamina y oxitocina que son las hormonas de la felicidad y enamoramiento. Estudios científicos han comprobado que una nueva mamá experimente los mismos niveles de oxitocina en su sangre que cuando se enamoró con su pareja romántica. Las mismas hormonas también se liberan cuando ve a su bebé reírse.
La situación cambia cuando ella escucha a su bebé llorar. El llanto activa el circuito de regulación emocional en el cerebro, que le ayuda a entender porqué bebé llora y le ayuda a ella mantener la calma y suprimir las emociones negativas en ese momento de ansiedad o angustia. Básicamente, la nueva mamá mantiene más control y calma en esas situaciones para poder brindarle el apoyo que necesita su bebé para salir del momento de “crisis” en el que se encuentra. Y todo esto lo logra hacer con deprivación de sueño crónico…¡Supermamá!
Tu cerebro no es el único que cambia con la llegada de la creatura. El papá también experimente niveles elevados de oxitocina cuando interactúa con su bebé. Al mismo tiempo, sus niveles de prolactina, la hormona que incita la producción de leche en la mamá, también se elevan. Sí, los hombres también producen prolactina. Estudios han confirmado que papás que frecuentemente juegan con sus bebés tienen niveles de prolactina más elevados que los que no pasan tanto tiempo con sus hijos. También son más sensibles al llanto de su bebé.